jueves, 18 de marzo de 2010

CAPÍTULO 17. LA NIÑA Y EL MENDIGO. DESCUBRIÉNDOME.

Nos detenemos justo frente a un escaparte de una tienda de zapatos.
Allí reside una persona andrajosa en su vestir y ocultada por un cartón mal escrito en el que se pide una limosna para comer, una niña es su compañía.

Disimulo mi vista hacia el escaparte para evitar toda relación con estas personas que siembran el miedo y la confusión en mí.

No son mas que personas como tu, me comenta mi amigo.

¿Cómo yo?, pregunto asombrado y en un tono dejándole claro nuestras diferencias.

¿A caso te crees mejor?, ¿te ves por encima de ellos en la escala social?.

Pues no sois más que tres personas más en la sociedad, sólo que cada uno tiene su cometido o simplemente sus vidas son diferentes.

¿Has pensado si ellos se sienten menos persona que tu?.

Mírate en ese espejo...mírate en el escaparate.

Sigo los consejos que hasta ahora no me han fallado, de mi consejero.

Dirijo nuevamente mi vista hacia el umbral de la tienda y observo mi reflejo.

Estoy muy demacrado, sucio, y no encuentro por más que busco las ropas que creía que llevaba. No entiendo como he podido salir así de casa, pienso en voz alta.

¿De casa?...¿De qué casa compañero?...

De cual va a ser de la mía, de dónde me encontraba antes de topar contigo.

Mírate bien amigo, sigue reflejándote en el escaparate.

¿No crees que nuestro encuentro ha sido un tanto extraño, o por lo menos diferente?...¿algo poco habitual?...

¿A dónde quieres ir a parar?

La verdad es que mi apariencia es la de un naufrago, la de alguien que se ha perdido en un mundo sin medios ni recursos.

Comienzo a descubrirme a mi mismo, empiezo a sospechar que mi mente me ha traicionado en algún intervalo horario de este largo día o que estoy soñando despierto, pero de sin lugar a duda...no me gusta lo que veo.

El cartón que cubre a la persona pedigüeña se retira y nace tras de el un hombre barbudo de pelo largo y poco cuidado, de higiene abandonada y de fragancia a vino barato de supermercado.

Se aproxima hacia mi arrastrando sus negros y sucios pies, caminando lentamente de medio lado.

Al llegar ante mi y ofreciéndome su cazo en el que sólo hay unos céntimos, me invita a cogerlos diciéndome: "toma lo poco que tengo...seguro que a ti te hace mas falta que a mi", ante la mirada atónita e incomprendida de la niña.

¿Tan mal me ha visto esta persona?, me pregunto.

Eso parece, oigo a mi acompañante.

Desilusionado y total e insólitamente descuadrado, tomo esas pertenencias de esta generosa persona y le doy las gracias, sin raciocinio alguno de porque lo hago.

No se si por escapar de esa situación, si por agradecimiento o por que verdaderamente me siento necesitado de algo, de cualquier cosa...aceptaría lo que fuese por recibir alguna forma de acercamiento, comprensión o afecto.

En este momento he hallado algo que no reconoceré ante nadie, que será mi secreto personal.

Silencio mi voz, mis ojos y mi pecho, con un...continuemos adelante.

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