jueves, 18 de febrero de 2010

CAPÍTULO 4. LA ANCIANA MAESTRA

Tercera estación...esto me recordaba ya a los viacrucis de Semana Santa...
¿Porqué no entra nadie?, pregunto a mi contador de historias, sorprendido por no hayar lo esperado tras la parada del tren.
Espera, no seas impaciente.
Al momento veo aparecer una señora mayor de unos 78 años, vestía un chandal color gris que sobresalía del abrigo color crema que cubría sus ropajes, todo ello aderezado con un sombreo de tela negra.
Su piel arrugada y blanquecina, casi láctea, resaltaban sus pómulos colorados, exceso de maquillaje.
Bajo el sombrero se podía entrever una fina mata de pelo gris que dormía sobre sus hombros.
Sus pies se movían con la lentitud del segundero cuando nos invade la ansiedad, y producían un sonido de roce constante y melódico al ser arrastrados por el suelo del vagón.
Se sentó por la parte media del habitáculo, no sin antes divisar y radiografiar a todo el que en él se encontraba, con gestos de saboreadora de limones amargos.
Las diminutas gafas producían un baile sinfónico en su afilada nariz debido al contínuo resbalar de estas hasta la punta de la que podría ser el órgano primordial de su cara.
Su cabeza gacha forzando la posición de los ojos para poder divisar por encima de las gafas y tal expresión de asco mantenido en el tiempo, la hacían parecer una persona desagradable hacia los demás.
Esta vez, no pude luchar más con mi curiosidad.
¿Y esta señora?, pregunte a mi sabelotodo adivino.
Sin mediar palabra, y en un tono bajo y de misma frecuencia, comenzó su relato.
Hace muchos años atrás, la viejita que ahora ves, fue una gran y preciosa joven, profesora, o como decían antes, maestra de escuela.
Dedicó mucho esfuerzo y sacrificio para poder estudiar, ya que por esos tiempos las cosas no eran fáciles.
Mucho ahínco depositó en lograr ejercer, en ser valorada en su profesión.
Fue una pionera en lo suyo y posteriormente le fue reconocida su labor.
Ayudó a muchas personas, muchos de sus alumnos, y se desvivió por ellos como si de sus hijos se trataran.
Tanta energía empleo en su empeño, que acabó agotada y marchita, como ahora la ves.
Pero es que ahora es una abuela, interrumpí.
No es que esté cansada.
Por supuesto, continuó, ahora ya ha pasado el tiempo, pero en su arrugada cara se puede descifrar su paso por esta vida, como si de un corte en el tronco de un árbol se tratara para el recuento de sus anillos.
La que en su día fue la más joven y bella de las féminas triunfadoras de su época, ahora es una solitaria y olvidada anciana, a la que nadie hace caso, y cuya única obsesión es desprenderse del olor a persona mayor.
Un bañito no estaría mal, adjunté de manera jocosa.
No es cuestión de baños, graciosillo, los bebés huelen a bebés hasta que dejan de serlo, por mucho que los asees o bañes, por mucha colonia que les impregnes.
Las personas tienen su olor, el cuál cambia con nosotros, evoluciona según crecemos o envejecemos.
Normalmente, a nadie le gusta el olor a anciano, es el menos soportable de todos los olores. Eso tiene una sencilla explicación, el siguiente a este, es el putrefacto hedor de la muerte.

Interiormente todos lo llevamos con nosotros y sabemos que algún día nos tiene que llegar y aflorará, y que aunque intentemos camuflarlo con perfumes y fragancias diversas, la muerte tiene una gran olfato detector de almas.
Ella lo sabe y aunque su vida en principio es a tus ojos, mas digna de perderla o de ser premiada con la muerte, para ella es su único valor, todo lo que ha conseguido en la vida ha sido conservarla en definitiva, porque todo lo demás, ya has visto que se pierde.
Ahora sus fuerzas no son las mismas pero si su coraje por seguir adelante, y mientras pueda seguro seguirá intentando luchar o ser más lista que la de la guadaña y aunque la final resolución es clara, se conforma con seguir arañando segundos al ritmo del segundero cuando nos invade la ansiedad.

3 comentarios:

  1. La eterna lucha contra esa amiga que nos lleva una vida de ventaja: La muerte. Aprecio en este texto un dominio asombroso de la adjetivación y la comparación. Fantástico. A todos nos llegará nuestra hora, pero cada uno debe elegir como y la manera de morir, habiendo vivido como un miserable o con dignidad...
    Salva.

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  2. A mi personalmente me gusta mucho este texto.
    Leerlo y volverlo a leer, siempre concluyo algo nuevo y distinto dentro de las mismas letras.

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  3. Por la eterna lucha a la que se refiere Salva, con el resultado que todos conocen añado, como otras tantas veces he hecho: "No te tomes la vida tan en serio, jamás saldrás vivo de ella"

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