martes, 23 de marzo de 2010

CAPÍTULO 19. MI IDENTIDAD.

Efectivamente no reconocía esos gritos, ni tan siquiera esa voz pidiendo auxilio.

Escuché unos pasos bajando la escalera a toda prisa y voces que le indicaban que se detuviese.


Me empecé a inquietar sin saber que ocurría hasta que por la esquina apareció huyendo mi supuesto conocido.


Conforme se aproximaba, mi mente únicamente intentaba encontrar la explicación de porque tenía que conocerle, sonarme o tratarle...¡¡¡si parecía loco!!!...¡¡¡esto parece un psiquiátrico!!!.


Se dirigió hacia mi velozmente perseguido por dos celadores, como si yo pudiera ayudarle.


Agarró las mangas de mi camisa y tiro de ellas mientras me miraba solicitando compasión.


¿Me conoces?, pregunté.


SI!!!!!...TE CONOZCO!!!!!, gritó.


TU A MI TAMBIÉN!!!!!!...continuó alzando la voz hasta que fue reducido en el suelo por los celadores.


¿De qué podría conocerlo yo?.


¿A caso yo era un enfermo?.


No me lo pareció cuando entré.


Nadie me trató de una manera diferente a algún mal conocido.


¿Dónde has estado?, se interesó...


Yo seguía atónito frente a aquellas palabras y aquella persona.


¡¡¡¡ESTOY ASÍ POR TU CULPA!!!!!...


Comencé a sentirme mal, un sentimiento de culpabilidad me abordó y sin embargo no sentía haber hecho nada malo.


Flashes e imágenes fugaces recorrían mi mente en las que aparecían esta persona, como si ya lo hubiese vivido.


Culpé al cansancio, pero era demasiado evidente.


Comencé a recordar, ese era mi sitio y esa persona conocida, pero aún tenía que descubrir de que parte estaba dentro de esa familia.

sábado, 20 de marzo de 2010

CAPÍTULO 18. ¿MI HOGAR?

Escondo mi secreto en lo más recóndito de mi bosque personal, en dónde nadie se adentra, dónde todos se pierden por su similitud.

Donde mis secretos están a salvo al igual que yo.

No quiero que nadie los conozca para no sentirme indefenso.

Mi bosque infinito y antiguo, lleno de magia y seres extraordinarios de la infancia.

Verdaderos amigos y compañeros leales, rebosantes de honor y valía.

Nada se asemeja aquí a mi rincón de la paz

Nada hecha raíces aquí, ni crece la hierba a sus pies, son caballos de Atila.

Extremos incomprensibles que no saben vivir unidos, que existen paralelamente el uno con el otro, como en diferentes dimensiones.

Llegamos a un edificio que asumo como mi bosque, me hace sentir tranquilidad.

¿Dónde estamos amigo?.

¿No lo reconoces?, me contesta.

Me es familiar y me hace sentir bien dentro de toda esta amargura que me rodea.

De aquí saliste, esta es tu casa, tu hogar, el que un día decidiste abandonar y yo tuve que ir en tu búsqueda pues imaginé que te sentirías perdido y no sabrías regresar.

¿Cómo me conoces tanto?, pregunté sorprendido.

Entremos y lo entenderás...no te asustes por lo que veas, pues todo tiene una explicación.

Subimos la escalera de piedra de acceso al edificio, es un edificio bastante viejo, incluso diría que allá en su azotea podrían divisarse antiguas gárgolas canalizadoras de agua.

Me gusta su apariencia pero dudo que ese sea mi hogar.

Al entrar...una amable señora de bata blanca con una chapa identificativa en la que pone Gladys, me espera con cara sonriente para abrazarme y darme la bienvenida.

Te hemos echado de menos...mira como estas...necesitas un baño...

Parecía una madre regañando a su hijo y reprochándole cosas.

Toda la entradita era similar a un hospital pero con un tono más familiar, ¿sería esa gente mi familia?.

¿Porqué había llegado hasta allí?

Nada podía contestar a mis preguntas pero aún así me sentía cómodo.

De repente un grito...una voz contundente de auxilio y odio se escucha...proviene de la segunda planta...

¿Qué ha sido eso?, pregunto asustado.

No te preocupes...ya empieza otra vez...es el mismo de siempre, parece que no lo conozcas...contestó Gladys.

Esta reacción me indujo a un estado de intranquilidad relativa, pues aún no estando tranquilo no deseaba abandonar aquel lugar, en donde por fin había encontrado algo supuestamente conocido y familiar.

jueves, 18 de marzo de 2010

CAPÍTULO 17. LA NIÑA Y EL MENDIGO. DESCUBRIÉNDOME.

Nos detenemos justo frente a un escaparte de una tienda de zapatos.
Allí reside una persona andrajosa en su vestir y ocultada por un cartón mal escrito en el que se pide una limosna para comer, una niña es su compañía.

Disimulo mi vista hacia el escaparte para evitar toda relación con estas personas que siembran el miedo y la confusión en mí.

No son mas que personas como tu, me comenta mi amigo.

¿Cómo yo?, pregunto asombrado y en un tono dejándole claro nuestras diferencias.

¿A caso te crees mejor?, ¿te ves por encima de ellos en la escala social?.

Pues no sois más que tres personas más en la sociedad, sólo que cada uno tiene su cometido o simplemente sus vidas son diferentes.

¿Has pensado si ellos se sienten menos persona que tu?.

Mírate en ese espejo...mírate en el escaparate.

Sigo los consejos que hasta ahora no me han fallado, de mi consejero.

Dirijo nuevamente mi vista hacia el umbral de la tienda y observo mi reflejo.

Estoy muy demacrado, sucio, y no encuentro por más que busco las ropas que creía que llevaba. No entiendo como he podido salir así de casa, pienso en voz alta.

¿De casa?...¿De qué casa compañero?...

De cual va a ser de la mía, de dónde me encontraba antes de topar contigo.

Mírate bien amigo, sigue reflejándote en el escaparate.

¿No crees que nuestro encuentro ha sido un tanto extraño, o por lo menos diferente?...¿algo poco habitual?...

¿A dónde quieres ir a parar?

La verdad es que mi apariencia es la de un naufrago, la de alguien que se ha perdido en un mundo sin medios ni recursos.

Comienzo a descubrirme a mi mismo, empiezo a sospechar que mi mente me ha traicionado en algún intervalo horario de este largo día o que estoy soñando despierto, pero de sin lugar a duda...no me gusta lo que veo.

El cartón que cubre a la persona pedigüeña se retira y nace tras de el un hombre barbudo de pelo largo y poco cuidado, de higiene abandonada y de fragancia a vino barato de supermercado.

Se aproxima hacia mi arrastrando sus negros y sucios pies, caminando lentamente de medio lado.

Al llegar ante mi y ofreciéndome su cazo en el que sólo hay unos céntimos, me invita a cogerlos diciéndome: "toma lo poco que tengo...seguro que a ti te hace mas falta que a mi", ante la mirada atónita e incomprendida de la niña.

¿Tan mal me ha visto esta persona?, me pregunto.

Eso parece, oigo a mi acompañante.

Desilusionado y total e insólitamente descuadrado, tomo esas pertenencias de esta generosa persona y le doy las gracias, sin raciocinio alguno de porque lo hago.

No se si por escapar de esa situación, si por agradecimiento o por que verdaderamente me siento necesitado de algo, de cualquier cosa...aceptaría lo que fuese por recibir alguna forma de acercamiento, comprensión o afecto.

En este momento he hallado algo que no reconoceré ante nadie, que será mi secreto personal.

Silencio mi voz, mis ojos y mi pecho, con un...continuemos adelante.

sábado, 13 de marzo de 2010

CAPÍTULO 16. PARANDO EL MUNDO.

Estoy cansado de andar amigo, la lengua roza este sucio suelo y la llevo áspera como la de un gato.
¿Quieres que vayamos más despacio?

No, lo que quiero es parar. Quiero quedarme quieto y detener mi mundo ya que no puedo congelar lo que me rodea.

Paralizarme a mi mismo y pensar, sólo meditar en lo que hago, en lo que he hecho, si me siento bien conmigo mismo, si me encuentro sólo o me sobra gente, pensar en la felicidad y lo que representa, en la rapidez con la que se pasa la vida y a la vez tan despacio.


Debatirme a mi mismo porque hago cosas que creo que no están bien y porqué las cosas justas nunca son recompensadas.

Porqué gozo de dos personalidades tan distintas y definidas.

Resolver si existe o no camino de salida, si existen atajos o largos recorridos.

Si es lógico lo ilógico.

¿Por qué ansío el sol y cuando me recompensa con su luz y calor, siento frío y rechazo?.

¿Por qué me encanta la oscuridad mientras que ansío el sol?.

¿Por que desear lo que no tengo y repudiar mis pertenencias?.

Gran cantidad de preguntas me quitan el sueño y mi mente no deja de intentar solucionar utopías.

No es bueno parar el mundo si no estás preparado para afrontar verdades.

Todo pasa desapercibido con la velocidad del día a día y la rutina.

Todo pasa de forma melancólica y monótona pero inapreciable.

No se que esperar de la vida. Puede que sea demasiado exigente, puede que demasiado inconformista.

Está hecha de pequeños momentos de todo y grandes de la mayoría.

El tiempo nos da la razón como a los tontos, cuando ya no hay forma de volver atrás. Nos da la razón para crearnos la desesperación de la equivocación y el error cuando ya no hay remedio.

Por eso yo paro mi mundo en el presente. No me gusta mirar atrás. No quiero sentirme necio e intento ilustrarme mi futuro.

Cada día somos más viejos amigo, y no tenemos reversa.

Tampoco aprendemos hasta que la solución es el caos.

Procuro crear mi propia utopía, reflejar mi deseo de lo perfecto y no lo consigo.

Nada hay perfecto si no es para rozar la nebulosa de los sueños.

No entiendo la teoría de la vida y mucho menos la práctica.

No entiendo la creación en sí, el motivo de nuestra existencia.

No entiendo tantas cosas...

¿He de ser yo, ser insignificante, quién tenga en su espalda el peso depresivo de la felicidad común?.

No soy tan importante para interrumpir el curso del mundo de nadie, por eso malgasto el mío.

Mañana me daré cuenta que he desperdiciado mi tiempo, algún día meditaré mi pasado, mi presente y no tendré futuro.

Mañana pensaré en mí por encima de todas las cosas y ya nadie ni nada podrá dañarme.

Mañana mi amiga soledad abandonará el camino que tanto hemos seguido juntos, pues mis pies o los suyos estarán llenos de llagas y se negarán a seguir.

Mañana quizá no despierte, quizá Morfeo me ataque en la noche y gobierne mis sueños, engrilletándome a su mundo.

No se puede controlar todo. No se puede...

Acabo de darme cuenta que mi interior es cobarde, lleno de miedos, mientras que mi apariencia es de guerrero y luchador, es el escudo que protege al parásito.

Siempre a predominado el segundo...¿pudiera ser que no debiera ser así?.

¿Sería posible alcanzar el paraíso siendo un eterno temeroso?.

Creo que te haces demasiadas preguntas, interrumpió mi amigo...creo que a lo mejor sería conveniente no preguntarte tanto porque no tienes la respuesta a todo...creo que pudiera ser mejor vivir más en la ignorancia de lo que lo haces...creo que piensas demasiado, te auto infringes heridas y auto mutilas tu alma...creo que esta vida para ti sería mejor sumido en la ignorancia y la cotidianiedad.

Esto hizo bajar mi vista a mis manos, revisé mis cicatrices y recordé las que me aportó la vida y tenía por el resto del cuerpo. Me dí cuenta que mis tatuajes no eran sino cicatrices auto impuestas que me recordarían siempre por el resto de mis días mis equivocaciones, que me hacen presente mi castigo.

Me dí cuenta porque hace tiempo lo observé hacer lo mismo a él...

CAPÍTULO 15. MI CAMPO DE FLORES.

Los edificios se crecen a nuestro alrededor, rodeados de intimidantes gigantes de piedra. Lenguas de asfalto entre ellos repletos de esputos mecanizados quitándose el espacio.
Verdaderos hormigueros de pequeños e insignificantes insectos para ellos.

Multiplicaremos nuestras patas para correr más, evolucionaremos nuestros cuerpos, para ir más rápido, más veloces, para ver menos, para en ningún momento parar y pensar.

Supuestos animales sociales y racionales, luchando por su propia subsistencia, obligados a obligar y apartando mientras son apartados...aplastando mientras son aplastados.

Solo el más fuerte sobrevive, utilizando al débil.

Cadena de montaje compuesta por piezas vivas de mente corrompida y confundida.

Verdaderos enjambres de abejas de aguijones afilados dispuestas a atacar, aunque les cueste la muerte.

Cuídate amigo...

Llevo el antídoto a ese veneno en mis venas, en mi sangre, soy inmune.

Podría ser el apicultor de estos seres, pero ya lo fui y no quiero volver a modificar sus vidas.

No quiero volver a robar su miel, a hurgar en sus casas, a ser un intruso en sus vidas.

Los dejaré libres en estos sus campos de flores, que ellos ven bellos.

No volveré a intentar ser una abeja, amigo, tengo mi propia naturaleza.

El oso siempre vive en osera aunque se sienta atraído por los panales, su intención no es otra que la apropiación indebida por la subsistencia, por existir.

El sol no se pone nunca en este imperio lleno de sombras.

Oscuridad en estado puro y decadencia de las mentes frágiles.

Estos bosques de piedra no dejan que entre la luz y no crece la hierba ni las flores en ellos. Harán que las abejas emigren, se vayan a lugares donde los campos de flores sean fructíferos.

Los osos irán tras las abejas y el bosque quedará fantasma, únicamente habitado por zombies hambrientos de carne fresca.

Sus carnes putrefactas no serán apetitosas y se trasladarán tras cualquier ser vivo allá en sus campos de flores.

Los localizarán, los someterán, los devorarán y transformarán su entorno en otro bosque fantasma...así, hasta que no haya lugar donde esconderse ni donde sobrevivir.

Estamos predestinados a ser zombies, es nuestra evolución...

Quizá lo más inteligente sea contagiarse, convertirse en un muerto viviente, para así evitar la larga y dura etapa de la persecución y muerte, pero siempre habrá algún insurrecto, que prefiera morir luchando por evitarlo, porque sabe lo que quiere, porque sólo quiere su campo de flores.

CAPÍTULO 14. REFLEXIÓN EN EL EXTERIOR. MIS TESOROS.

Mientras camino por la calle, voy observando las cosas pequeñas que da la vida, las menudeces que me hacen sentir bien, aquello tan ínfimo que otros pierden sin notarlo, sin percatarse en el tiempo y a lo que posteriormente no se le da importancia.
Minúsculos tesoros que me hago propios, pues nadie agradece que se los devuelvas, porque la mayoría no son extraviados sino abandonados.

Para mi son los más importantes, aquellos insignificantes gestos, comentarios robados o inconscientes.

Observo a quien me acompaña, también es un tesorero de detalles y los lleva todos consigo.

Pienso que hago bien, que hay que darle mayor valor a las cosas diminutas, pues son más fáciles de perder en unos bolsillos grandes y hoy en día todo el mundo admira lo expansivo, lo desmesurado.

Ansían no tener que fijar la vista cuando miran sus manos, ni tampoco tener que hacer recuento y unir piezas.

Todo se quiere fácil y se desmejora la satisfacción de lo conseguido con esfuerzo.

El afán de la simplicidad y el mínimo esfuerzo hacen que se endurezca y empiedre el camino que seguimos, teniendo que buscar algo más transitable, produciendo cambios irreparables.

Sigo recogiendo vuestros besos, vuestras miradas, vuestras caricias, vuestros gestos, vuestros detalles de afecto, que repartís por la vida de manera gratuita a quien os lo pide, simulando gratitud y simpatía.

Son vuestras posesiones, mis hallazgos, los que tasáis como gratuitos por el simple hecho de haber nacido con esos dones.

La naturaleza es sabia y nos dota de lo necesario para ser felices, nosotros y nuestro egoísmo somos los que nos empeñamos en destrozar esa felicidad, con la errónea idea de alcanzar un grado máximo si conseguimos el nivel más alto.

Sigo admirando a mi caminante amigo, el recolector de sueños descuidados, de valores desestimados, recargando su nivel espiritual, enriqueciéndose así mismo con lo que otros deshechan.

Sigo contemplándolo y me siento bien en su compañía.

Caminamos por la calle incrementando nuestra sonrisa desaparecida, olvidada y en su día desestimada.

Somos afortunados por haber encontrado y recuperado una de nuestras pequeñas particularidades, que conservaremos como oro en paño, para no volver a hacerla desvanecer, para no volver a abandonarla.

miércoles, 10 de marzo de 2010

CAPÍTULO 13. LA CALLE DEL ODIO

Salimos a la calle intentando auxiliarnos de vida, exiliarnos de oscuridad, respirar el aire puro, ver la luz del día, ¿y que nos encontramos?...gente, la calle repleta de seres y vehículos, empujándose los unos a los otros, a toda prisa, personas de todos tipos luchando por llegar los primeros a diferentes metas, diferentes destinos, pero con la ansia de la competición.
El ruido se hace prioritario, hay coches que pitan, gente que grita, seres invisibles e ignorados, tumulto de lenguas que actúan con simultaniedad.

Comienzo a respirar muy rápido, miro hacia los lados como esperando algo.

Saber que me puede venir.

No me gusta tanta "sociedad" acumulada.

Mi corazón acelera el ritmo y mi vista se nubla por momentos.

Creo que voy a caer al suelo, pero entonces pienso que sería pisoteado como haría una manada de elefantes con un ratón de campo que se cruzase en su camino.

Mi cara cambia de expresión de una manera extrema.

El odio fomenta mi ser, el combustible de la mejor máquina del mundo.

El rencor y la venganza estandarte de mi ejército.

Capitaneando a la muerte y al dolor.

Las llagas de mis manos, trofeos de la empuñadura de mi espada.

Cortando cuellos por doquier, que rueden cabezas.

La batalla caldea mi mente y mi furia se incrementa por momentos.

El odio de mis ojos atravesando enemigos.

Sus imágenes de sufrimiento recreando mi cabeza.

La tierra se empaña de un color rojizo, los ríos corren púrpura.

Los árboles recobran vida, la vida que en su día les quitaron.

Sus copas repletas de posiciones avanzadas.

Guerreros voladores de rama en rama.

Mi armadura pesa y no quiero luchar así, para no acabar muerto.

Necesito libertad de movimientos.

Hacer ligeras mis armas.

No necesito comer si me nutro de vuestras almas.

Las puedo ver flotando perdidas por el campo de batalla.

Buscando cuerpos sin vida en los que poder subsistir.

¡Pasad a formar parte del todo y dejad de combatir!.

Una legión de muertos a mis pies, soy el todopoderoso solitario.

Hincando sus huesos en el barro a cada paso.

Ningún dios merece mi respeto salvo yo mismo.

Infundiendo el miedo y el odio con quien me cruzo.

Quiero que me des muerte, tu mi siervo, mi aprendiz.

No ocurrirá hasta que estés preparado.

No me dejaré vencer hasta entonces.

Mil traiciones de mis arqueros, mil, y seguiré caminando entre los muertos con mi cuerpo atravesado por mil flechas.

Soy inmortal, nadie puede derrotarme.

Soy inmortal mientras mi legado persista en el tiempo, mientras tu mente esté conmigo.

Llenaré las catacumbas de mi ciudad de los deseos de olvido.

Cargaré sus entrañas de una laguna eterna.

Sus muros serán pilas de cuerpos enemigos y los sujetaré con la fuerza de mis brazos.

Puedo saborear la sangre que corre por mi cara, mezclada con el sudor de mi cansancio.

Gotas que se introducen en mis ojos, transformando mi visión y esta, mi mente.

El elegido de la muchedumbre que trasmite sus gritos en el viento.

Poderoso guerrero sin sombra ni resplandor.

Hundí mis dedos entre mis costillas para probar si sentía algo.

Las cuencas de mis ojos comienzan a retraerse y cada vez mis rasgos son más parecidos a un cadáver.

El sueño cada vez más lejano, y tú que lo acompañas, te pierdo en el horizonte, perdiendo la guerra, perdiendo a mi sueño, perdiéndolo todo.


Vas muy callado amigo mío, y te noto nervioso, ¿ocurre algo?.

¿Perdona?, contesté...no te iba escuchando...

Démonos prisa, que aún nos queda caminata, me respondió.

Si como no...eso era lo que iba pensando...démonos prisa amigo...

sábado, 6 de marzo de 2010

CAPÍTULO 12. LA SOLEDAD

He decidido abandonar este subsuelo, es como un espiral sin sentido y sin meta alguna.

No voy a comenzar de nuevo, amigo, me voy al exterior, salir de aquí donde ya me falta el aire.
Siempre pasa algo para que abandones, siempre una excusa, a mi no me vas a abandonar compañero, voy al mismo sitio que tú.
Tu haz lo que quieras, estoy derrotado, me abandono ante cualquier cosa ya.
Bien...bajemos pues...
No me apetece mucho que este desconocido tan persistente quiera acompañarme, que no haya forma de desacerme de él.
Caminando hasta la salida, comienzo a pensar en mis cosas, vuelvo a entrar en mi mundo, quisiera estar sólo, y hartarme de soledad.
Traslado mi mente a mi rincón de tranquilidad y seguridad, estoy agusto.
Me encantaba encender una vela y pasar las horas muertas observando su luz, su llama, hasta el momento en el que la visión se vuelve doble y borrosa y el cerebro comienza su función.
Recreo esa vela en mi mente, me traslado a mi infancia, un vacío helado recorre mi cuerpo.
Mil estalactitas de hielo se clavan en mi corazón, en mi alma.
La oscuridad inmensa en un desierto congelado de viento feroz y frío.
Me siento sólo pero me siento bien. Aquí tengo mi oasis donde nada le falta a mi espíritu y dónde nadie es capaz de llegar, nadie está dispuesto a tanto sufrimiento para alcanzarme.
No me quito de la cabeza su cara, su mirada, quisiera invitarla a mi paraíso pero seguramente no quisiera entrar en ese laberinto de dolor y no creo que fuese adecuado.
Por una parte, me gustaría encontrar alguien con quien compartir lo que encierra mi fortaleza, pero no creo que nunca exista alguien tan puro y sacrificado.
¿Podría existir alguien como yo?
Yo si me arriesgaría a perder la vida sufriendo sus males.
Me siento sólo pero es así como debo estar hasta el fin de mis días.
Ya sabes lo que pasaría si dejas entrar a alguien en tu ciudad de cristal helado.
Estudiará los puntos débiles para pasar y dejar pasar, te verás colapsado de demonios y tendrás que luchar a muerte o dejarte sucumbir.

Aprenderá lo que no sabe y te tendrá en su mano para dañarte.
Tu edén se destruirá, será transformado en ruinas y tendrás que empezar de nuevo.
¿Aún no estás harto de los principios, de los incios?.
Pero es que me siento tan sólo...
Alguien me dijo una vez, que alejaba a las personas de mi, que no dejaba a nadie acercarse, que era mi coraza para protegerme.
Puede ser que sea verdad, puede que tuviera una visión de profundidad con respecto a mi, puede ser que estuviera luchando en mi desierto para llegar a mi oasis.
¿Será tan fría como la soledad?.
¿Sería diferente?.
La inmensidad de mi ceguera hace que no pueda ver lo que tengo delante, hace que me sienta sólo, rodeado de seres.
La inmensidad de mis sentidos hacen que no se me escape nada, que todo lo perciba.
¿Por qué me siento tan sólo?.
¿Realmente estoy como me siento?.
Empiezo a pensar que el problema es mío, inconformismo en estado puro.
La gente como yo estamos destinados a ser solitarios.
Las personas como yo estamos predestinados por nosotros mismos.
Su mirada perdida me entusiasma, su mirada de metal, de infinito, de totalidad extrema.
Su cara me fascina, su piel, su belleza, de nieve, de manantial subterráneo, de profundidad de océano.
Su pelo me envuelve en un abismo sensorial, en la nebulosa de los sueños y los deseos.
En su comprensión sin espinas me refugio cuando estoy fuera de mis murallas.
De su sabiduría bebo y adoro sus palabras como si fueran las mías.
No te escondas, tras la esquina, quiero verte en tu totalidad, quiero ver cuan bella eres.
No te sientas sola, para eso estoy yo, para sentirlo por los dos.
Apago mi llama, la luz que me guía, mi vela y vuelvo a mi...
¿Dónde vamos amigo?...

CAPÍTULO 11. EL FIN DEL TRAYECTO (RESOLUCIÓN)

Sigo igual, de la misma manera, haciendo lo mismo pero recorriendo el camino andado, a contracorriente.
Cada vez es más difícil esquivar los coches que vienen de frente, cada vez es más complicado y por un momento me da la impresión que voluntariamente lanzan sus vehículos contra el mío.
Empiezo a pensar que es una caza del animal libre. Todos con armas y yo sólo corro.
Viene uno de frente, a mi misma velocidad, con las mismas intenciones y vehículo similar.
No va a girar, no va a apartarse, lo intuyo.
Estamos a escasos metros del impacto y seguimos en la misma trayectoria.
Sujeto el volante con fuerza, viendo lo que se me avecina, no me importa, voy a quebrar mis brazos o mejor aún me quedaré con el volante en las manos. Lo arrancaré, pero la dirección no la cambio.
Las piernas comienzan a estirarse como sometidas a presión, como esperando el golpe que las parta por su mitad.
Ya puedo distinguir su matrícula, puedo ver los números y las letras. Veo borrosamente, incluso la cara del conductor, la única persona que he visto en toda esta historia.
A través del parabrisas observo, quiero ver su cara antes que se dirima este empate.
Estamos chocando, a cámara lenta me percato del inicio del golpe, como mi capó comienza a arrugarse sobre mí, el salpicadero empieza a precipitarse hacia la dirección contraria que llevo y el volante se hunde en mi estómago y mi pecho como una maza descomunal.
Puedo sentir el crujir de mis costillas y mi cabeza golpear hacia delante no se bien con qué.
Aprovecho la inercia que me impulsa nuevamente hacia atrás para mirar el estado de la otra persona, quiero ver si sufre como yo.
Se encuentra quieto y tranquilo, observándome, como si el no hubiese sufrido golpe alguno, nada ha influido en el.
Le miro a los ojos resultándome familiar, son los mismo ojos que me observan a través del espejo cada mañana. Soy yo.
La inercia de una nueva frenada me hace volver a la consciencia, estoy aquí, todavía estoy aquí, nada ha pasado, despierto en el mismo asiento del mismo vagón y con la misma gente.
¿Qué tal amigo?...¿menuda cabezadita?...te has quedado dormido.
Todo ha sido un sueño y yo me he pasado mi ansiada parada.

viernes, 5 de marzo de 2010

CAPÍTULO 10 EL FIN DEL TRAYECTO (PARTE 2)

Las cosas pasan a toda mecha por mis lados. La lejanía se vislumbra tras de mi.

Una calle cortada y tengo que pensar que hago porque no voy a parar, piensa, piensa, piensa rápido, tan rápido como el coche que llevas.

Agarro la palanca del freno de mano y giro el volante un cuarto de vuelta, con un movimiento rápido de pies y su parte trasera derrapa y se gira, me encuentro cara a un callejón que me da la libertad de continuar.

Veo una señal que indica autovía, iré hacia allí, voy a poner esta máquina al máximo y veremos quien puede más.

Me encuentro en un momento suicida y de asesinato a la razón, pero sorprendentemente, aunque veo obstáculos incluso en movimiento, no hay personas.

Entro en la autovía, cuanto espacio, todo para mí, las luces se dispersan, no se si es de noche o de día, he perdido la noción del tiempo y no me importa, mientras tenga el espacio y la velocidad, hallaré el tiempo.

Me siento libre total y plenamente, todo es mío, porque sólo me tengo a mí.

La aguja del cuentakilómetros señala al máximo, los ojos achinados sin ni siquiera correr aire en el interior del vehículo totalmente hermético y una tensión en el cuello impresionante.

El nivel de gasolina descendiendo y noto como el capó comienza a estar sometido a demasiadas calorías. He decidido parar cuando reviente el coche. Voy a destrozarlo para que nadie nunca pueda sentirse como yo.
Izquierda y derecha, me da igual mientras no detenga mi avance, quiero ver hasta donde llego.
Adelantando indiscriminadamente, me gusta ver como se quedan atrás, como por delante sólo tengo campo abierto.
A lo lejos se ven vehículos con luces azules, en modo sirena, seguramente es un control.
Quieren pararme pero no se lo voy a permitir.
Me ha costado demasiado conseguir lo que tengo y no lo voy a entregar a la primera de cambio.
Me aproximo a gran velocidad, no hay nadie salvo los vehículos que me cortan el paso.
No podré pasar por este camino, pero no aminoro la marcha.
Quedan ya pocos metros para el choque, me daré media vuelta.
Embrago y tiro fuertemente de la palanca del freno de mano, mientras doy un giro total del volante, lo lanzo hacia mi izquierda y lo veo girar.
El coche responde como ha de hacerlo y se posiciona como en el argot se llama vuelta contrabandista.
Rápidamente y sin dar un respiro, pues no quiero bajar la velocidad, acelero de nuevo, de 0 a 100, no está mal, pienso. Voy en dirección contraria al resto del mundo. Tampoco es extraño.

Continuará...

jueves, 4 de marzo de 2010

CAPÍTULO 9. EL FIN DEL TRAYECTO (PARTE 1)

Se oye el chirriar de los frenos de este tren, mi ansiedad me hace salivar en exceso.

Llegué a mi parada, por fin el trayecto había finalizado, intenté despedirme de aquel que había sido mi compañero de viaje tanto tiempo, pero no se encontraba en el vagón.

No le vi levantarse, si quiera moverse, pero no estaba.

Miré entre la gente, pero nada.

Las puertas se abrieron por última vez y bajé de allí. Me dirigí por el largo pasillo que llevaba hasta el torno de salida del eterno túnel.

Una vez en la calle, por fin en la calle, vi un coche aparcado de mala manera cerca de la boca del metro.

Era un Lamborghini Countach del 81, era extraño, ese tipo de vehículo en esa zona.

Tras pensarlo un momento mientras lo observaba, algo me impulsó a probar si su puerta de guillotina se encontraba abierta.

Pues no,...iba a ser mucha casualidad, pensé, y me dirigí nuevamente en dirección de la acera mientras introducía las manos en los bolsillos.

¿Qué es esto?, me pregunté, al encontrar un objeto de sonido metálico en mi bolsillo izquierdo.

Tras extraerlo de una manera de asombro y desconfianza, pues en principio no tenía que llevar nada en ese bolsillo, observé que eran las llaves del vehículo que tenía enfrente.

¿Cómo habían llegado hasta allí?...pero...¿si ese coche no era mío?...¿me las habría puesto allí la persona que me acompañó en todo el viaje?...miles de preguntas me surgieron en un breve espacio de tiempo, pero mientras mi mente se preguntaba a si misma y meditaba sus discrepancias, mi cuerpo había accedido al interior del vehículo, me encontraba sentado a los mandos de aquella veloz máquina.

Podía sentir su potencia de 455 cv a 7000 rpm, sin aún estar arrancado, podía sentir como me hablaba y me incitaba a arrancarlo, a escuchar su corazón, el movimiento de su motor transversal de 12 cilindros en V inclinada a 90 grados, con 5167 de cilindrada.

Su piso de fibra me hacían sentir ligero y sus ruedas como mi mejor calzado.

Su volante fácilmente manejable y suave, intentaba mostrarme la dirección que había de seguir.

Al arrancarlo noté un cosquilleo que me subía de los pies, los cuales me temblaban haciendo tartamudear su voz, un ronroneo propio de un gato macho adulto en plena época de celo.

Dos acelerones en punto muerto y visualizo la subida inmediata de la aguja del cuenta revoluciones, quiero oír su punto en reposo.

El cuentakilómetros marca 295 Km/h, ¿será verdad?, me pregunto casi retándome a mi mismo y a el.

Embrague muy, muy suave y blandito, parecía que se podía traspasar con el pie en un determinado momento.

Su freno todo lo contrario, duro y con poco recorrido.

Y su acelerador de similares características al pedal de embrague, pero de mayor tamaño, como más alargado.

No pude más tras escucharlo rugir.

Metí primera y lo revolucioné, quería ver de que estaba hecho.

Sus ruedas comenzaron a bailar al son de mi música. Podía oler su goma quemándose con el roce del asfalto, rápidamente, levanté el pedal del acelerador, jugué a medio embrague hasta que salí disparado como una bala. Iba subido en un proyectil sin destino concreto.

Revoluciones al máximo, es hora de cambiar de marcha, piso embrague, doble pedal acelerador para suministrar una dosis elevada de gasolina a sus pulmones, de 0 a 100 en 5.2 segundos.

Le ha hecho bien...me pide más y se lo doy, me pongo en quinta en poco, a 220 Km/h, la calle es mía, voy a toda velocidad por una calle llena de semáforos, vehículos y demás señales restrictivas, pero no me importa, hoy no me apetece tener cuidado de nada, ya no me importa nada.

No se si puedo pasar entre esos coches que me obstruyen el paso, pero no freno y finalmente, lo consigo sin rozarlos.

Me sorprendo de las perspectivas que da la velocidad.

Continuará...