jueves, 4 de marzo de 2010

CAPÍTULO 9. EL FIN DEL TRAYECTO (PARTE 1)

Se oye el chirriar de los frenos de este tren, mi ansiedad me hace salivar en exceso.

Llegué a mi parada, por fin el trayecto había finalizado, intenté despedirme de aquel que había sido mi compañero de viaje tanto tiempo, pero no se encontraba en el vagón.

No le vi levantarse, si quiera moverse, pero no estaba.

Miré entre la gente, pero nada.

Las puertas se abrieron por última vez y bajé de allí. Me dirigí por el largo pasillo que llevaba hasta el torno de salida del eterno túnel.

Una vez en la calle, por fin en la calle, vi un coche aparcado de mala manera cerca de la boca del metro.

Era un Lamborghini Countach del 81, era extraño, ese tipo de vehículo en esa zona.

Tras pensarlo un momento mientras lo observaba, algo me impulsó a probar si su puerta de guillotina se encontraba abierta.

Pues no,...iba a ser mucha casualidad, pensé, y me dirigí nuevamente en dirección de la acera mientras introducía las manos en los bolsillos.

¿Qué es esto?, me pregunté, al encontrar un objeto de sonido metálico en mi bolsillo izquierdo.

Tras extraerlo de una manera de asombro y desconfianza, pues en principio no tenía que llevar nada en ese bolsillo, observé que eran las llaves del vehículo que tenía enfrente.

¿Cómo habían llegado hasta allí?...pero...¿si ese coche no era mío?...¿me las habría puesto allí la persona que me acompañó en todo el viaje?...miles de preguntas me surgieron en un breve espacio de tiempo, pero mientras mi mente se preguntaba a si misma y meditaba sus discrepancias, mi cuerpo había accedido al interior del vehículo, me encontraba sentado a los mandos de aquella veloz máquina.

Podía sentir su potencia de 455 cv a 7000 rpm, sin aún estar arrancado, podía sentir como me hablaba y me incitaba a arrancarlo, a escuchar su corazón, el movimiento de su motor transversal de 12 cilindros en V inclinada a 90 grados, con 5167 de cilindrada.

Su piso de fibra me hacían sentir ligero y sus ruedas como mi mejor calzado.

Su volante fácilmente manejable y suave, intentaba mostrarme la dirección que había de seguir.

Al arrancarlo noté un cosquilleo que me subía de los pies, los cuales me temblaban haciendo tartamudear su voz, un ronroneo propio de un gato macho adulto en plena época de celo.

Dos acelerones en punto muerto y visualizo la subida inmediata de la aguja del cuenta revoluciones, quiero oír su punto en reposo.

El cuentakilómetros marca 295 Km/h, ¿será verdad?, me pregunto casi retándome a mi mismo y a el.

Embrague muy, muy suave y blandito, parecía que se podía traspasar con el pie en un determinado momento.

Su freno todo lo contrario, duro y con poco recorrido.

Y su acelerador de similares características al pedal de embrague, pero de mayor tamaño, como más alargado.

No pude más tras escucharlo rugir.

Metí primera y lo revolucioné, quería ver de que estaba hecho.

Sus ruedas comenzaron a bailar al son de mi música. Podía oler su goma quemándose con el roce del asfalto, rápidamente, levanté el pedal del acelerador, jugué a medio embrague hasta que salí disparado como una bala. Iba subido en un proyectil sin destino concreto.

Revoluciones al máximo, es hora de cambiar de marcha, piso embrague, doble pedal acelerador para suministrar una dosis elevada de gasolina a sus pulmones, de 0 a 100 en 5.2 segundos.

Le ha hecho bien...me pide más y se lo doy, me pongo en quinta en poco, a 220 Km/h, la calle es mía, voy a toda velocidad por una calle llena de semáforos, vehículos y demás señales restrictivas, pero no me importa, hoy no me apetece tener cuidado de nada, ya no me importa nada.

No se si puedo pasar entre esos coches que me obstruyen el paso, pero no freno y finalmente, lo consigo sin rozarlos.

Me sorprendo de las perspectivas que da la velocidad.

Continuará...

No hay comentarios:

Publicar un comentario