sábado, 13 de marzo de 2010

CAPÍTULO 15. MI CAMPO DE FLORES.

Los edificios se crecen a nuestro alrededor, rodeados de intimidantes gigantes de piedra. Lenguas de asfalto entre ellos repletos de esputos mecanizados quitándose el espacio.
Verdaderos hormigueros de pequeños e insignificantes insectos para ellos.

Multiplicaremos nuestras patas para correr más, evolucionaremos nuestros cuerpos, para ir más rápido, más veloces, para ver menos, para en ningún momento parar y pensar.

Supuestos animales sociales y racionales, luchando por su propia subsistencia, obligados a obligar y apartando mientras son apartados...aplastando mientras son aplastados.

Solo el más fuerte sobrevive, utilizando al débil.

Cadena de montaje compuesta por piezas vivas de mente corrompida y confundida.

Verdaderos enjambres de abejas de aguijones afilados dispuestas a atacar, aunque les cueste la muerte.

Cuídate amigo...

Llevo el antídoto a ese veneno en mis venas, en mi sangre, soy inmune.

Podría ser el apicultor de estos seres, pero ya lo fui y no quiero volver a modificar sus vidas.

No quiero volver a robar su miel, a hurgar en sus casas, a ser un intruso en sus vidas.

Los dejaré libres en estos sus campos de flores, que ellos ven bellos.

No volveré a intentar ser una abeja, amigo, tengo mi propia naturaleza.

El oso siempre vive en osera aunque se sienta atraído por los panales, su intención no es otra que la apropiación indebida por la subsistencia, por existir.

El sol no se pone nunca en este imperio lleno de sombras.

Oscuridad en estado puro y decadencia de las mentes frágiles.

Estos bosques de piedra no dejan que entre la luz y no crece la hierba ni las flores en ellos. Harán que las abejas emigren, se vayan a lugares donde los campos de flores sean fructíferos.

Los osos irán tras las abejas y el bosque quedará fantasma, únicamente habitado por zombies hambrientos de carne fresca.

Sus carnes putrefactas no serán apetitosas y se trasladarán tras cualquier ser vivo allá en sus campos de flores.

Los localizarán, los someterán, los devorarán y transformarán su entorno en otro bosque fantasma...así, hasta que no haya lugar donde esconderse ni donde sobrevivir.

Estamos predestinados a ser zombies, es nuestra evolución...

Quizá lo más inteligente sea contagiarse, convertirse en un muerto viviente, para así evitar la larga y dura etapa de la persecución y muerte, pero siempre habrá algún insurrecto, que prefiera morir luchando por evitarlo, porque sabe lo que quiere, porque sólo quiere su campo de flores.

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