sábado, 6 de marzo de 2010

CAPÍTULO 12. LA SOLEDAD

He decidido abandonar este subsuelo, es como un espiral sin sentido y sin meta alguna.

No voy a comenzar de nuevo, amigo, me voy al exterior, salir de aquí donde ya me falta el aire.
Siempre pasa algo para que abandones, siempre una excusa, a mi no me vas a abandonar compañero, voy al mismo sitio que tú.
Tu haz lo que quieras, estoy derrotado, me abandono ante cualquier cosa ya.
Bien...bajemos pues...
No me apetece mucho que este desconocido tan persistente quiera acompañarme, que no haya forma de desacerme de él.
Caminando hasta la salida, comienzo a pensar en mis cosas, vuelvo a entrar en mi mundo, quisiera estar sólo, y hartarme de soledad.
Traslado mi mente a mi rincón de tranquilidad y seguridad, estoy agusto.
Me encantaba encender una vela y pasar las horas muertas observando su luz, su llama, hasta el momento en el que la visión se vuelve doble y borrosa y el cerebro comienza su función.
Recreo esa vela en mi mente, me traslado a mi infancia, un vacío helado recorre mi cuerpo.
Mil estalactitas de hielo se clavan en mi corazón, en mi alma.
La oscuridad inmensa en un desierto congelado de viento feroz y frío.
Me siento sólo pero me siento bien. Aquí tengo mi oasis donde nada le falta a mi espíritu y dónde nadie es capaz de llegar, nadie está dispuesto a tanto sufrimiento para alcanzarme.
No me quito de la cabeza su cara, su mirada, quisiera invitarla a mi paraíso pero seguramente no quisiera entrar en ese laberinto de dolor y no creo que fuese adecuado.
Por una parte, me gustaría encontrar alguien con quien compartir lo que encierra mi fortaleza, pero no creo que nunca exista alguien tan puro y sacrificado.
¿Podría existir alguien como yo?
Yo si me arriesgaría a perder la vida sufriendo sus males.
Me siento sólo pero es así como debo estar hasta el fin de mis días.
Ya sabes lo que pasaría si dejas entrar a alguien en tu ciudad de cristal helado.
Estudiará los puntos débiles para pasar y dejar pasar, te verás colapsado de demonios y tendrás que luchar a muerte o dejarte sucumbir.

Aprenderá lo que no sabe y te tendrá en su mano para dañarte.
Tu edén se destruirá, será transformado en ruinas y tendrás que empezar de nuevo.
¿Aún no estás harto de los principios, de los incios?.
Pero es que me siento tan sólo...
Alguien me dijo una vez, que alejaba a las personas de mi, que no dejaba a nadie acercarse, que era mi coraza para protegerme.
Puede ser que sea verdad, puede que tuviera una visión de profundidad con respecto a mi, puede ser que estuviera luchando en mi desierto para llegar a mi oasis.
¿Será tan fría como la soledad?.
¿Sería diferente?.
La inmensidad de mi ceguera hace que no pueda ver lo que tengo delante, hace que me sienta sólo, rodeado de seres.
La inmensidad de mis sentidos hacen que no se me escape nada, que todo lo perciba.
¿Por qué me siento tan sólo?.
¿Realmente estoy como me siento?.
Empiezo a pensar que el problema es mío, inconformismo en estado puro.
La gente como yo estamos destinados a ser solitarios.
Las personas como yo estamos predestinados por nosotros mismos.
Su mirada perdida me entusiasma, su mirada de metal, de infinito, de totalidad extrema.
Su cara me fascina, su piel, su belleza, de nieve, de manantial subterráneo, de profundidad de océano.
Su pelo me envuelve en un abismo sensorial, en la nebulosa de los sueños y los deseos.
En su comprensión sin espinas me refugio cuando estoy fuera de mis murallas.
De su sabiduría bebo y adoro sus palabras como si fueran las mías.
No te escondas, tras la esquina, quiero verte en tu totalidad, quiero ver cuan bella eres.
No te sientas sola, para eso estoy yo, para sentirlo por los dos.
Apago mi llama, la luz que me guía, mi vela y vuelvo a mi...
¿Dónde vamos amigo?...

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