sábado, 13 de marzo de 2010

CAPÍTULO 14. REFLEXIÓN EN EL EXTERIOR. MIS TESOROS.

Mientras camino por la calle, voy observando las cosas pequeñas que da la vida, las menudeces que me hacen sentir bien, aquello tan ínfimo que otros pierden sin notarlo, sin percatarse en el tiempo y a lo que posteriormente no se le da importancia.
Minúsculos tesoros que me hago propios, pues nadie agradece que se los devuelvas, porque la mayoría no son extraviados sino abandonados.

Para mi son los más importantes, aquellos insignificantes gestos, comentarios robados o inconscientes.

Observo a quien me acompaña, también es un tesorero de detalles y los lleva todos consigo.

Pienso que hago bien, que hay que darle mayor valor a las cosas diminutas, pues son más fáciles de perder en unos bolsillos grandes y hoy en día todo el mundo admira lo expansivo, lo desmesurado.

Ansían no tener que fijar la vista cuando miran sus manos, ni tampoco tener que hacer recuento y unir piezas.

Todo se quiere fácil y se desmejora la satisfacción de lo conseguido con esfuerzo.

El afán de la simplicidad y el mínimo esfuerzo hacen que se endurezca y empiedre el camino que seguimos, teniendo que buscar algo más transitable, produciendo cambios irreparables.

Sigo recogiendo vuestros besos, vuestras miradas, vuestras caricias, vuestros gestos, vuestros detalles de afecto, que repartís por la vida de manera gratuita a quien os lo pide, simulando gratitud y simpatía.

Son vuestras posesiones, mis hallazgos, los que tasáis como gratuitos por el simple hecho de haber nacido con esos dones.

La naturaleza es sabia y nos dota de lo necesario para ser felices, nosotros y nuestro egoísmo somos los que nos empeñamos en destrozar esa felicidad, con la errónea idea de alcanzar un grado máximo si conseguimos el nivel más alto.

Sigo admirando a mi caminante amigo, el recolector de sueños descuidados, de valores desestimados, recargando su nivel espiritual, enriqueciéndose así mismo con lo que otros deshechan.

Sigo contemplándolo y me siento bien en su compañía.

Caminamos por la calle incrementando nuestra sonrisa desaparecida, olvidada y en su día desestimada.

Somos afortunados por haber encontrado y recuperado una de nuestras pequeñas particularidades, que conservaremos como oro en paño, para no volver a hacerla desvanecer, para no volver a abandonarla.

No hay comentarios:

Publicar un comentario