miércoles, 10 de marzo de 2010

CAPÍTULO 13. LA CALLE DEL ODIO

Salimos a la calle intentando auxiliarnos de vida, exiliarnos de oscuridad, respirar el aire puro, ver la luz del día, ¿y que nos encontramos?...gente, la calle repleta de seres y vehículos, empujándose los unos a los otros, a toda prisa, personas de todos tipos luchando por llegar los primeros a diferentes metas, diferentes destinos, pero con la ansia de la competición.
El ruido se hace prioritario, hay coches que pitan, gente que grita, seres invisibles e ignorados, tumulto de lenguas que actúan con simultaniedad.

Comienzo a respirar muy rápido, miro hacia los lados como esperando algo.

Saber que me puede venir.

No me gusta tanta "sociedad" acumulada.

Mi corazón acelera el ritmo y mi vista se nubla por momentos.

Creo que voy a caer al suelo, pero entonces pienso que sería pisoteado como haría una manada de elefantes con un ratón de campo que se cruzase en su camino.

Mi cara cambia de expresión de una manera extrema.

El odio fomenta mi ser, el combustible de la mejor máquina del mundo.

El rencor y la venganza estandarte de mi ejército.

Capitaneando a la muerte y al dolor.

Las llagas de mis manos, trofeos de la empuñadura de mi espada.

Cortando cuellos por doquier, que rueden cabezas.

La batalla caldea mi mente y mi furia se incrementa por momentos.

El odio de mis ojos atravesando enemigos.

Sus imágenes de sufrimiento recreando mi cabeza.

La tierra se empaña de un color rojizo, los ríos corren púrpura.

Los árboles recobran vida, la vida que en su día les quitaron.

Sus copas repletas de posiciones avanzadas.

Guerreros voladores de rama en rama.

Mi armadura pesa y no quiero luchar así, para no acabar muerto.

Necesito libertad de movimientos.

Hacer ligeras mis armas.

No necesito comer si me nutro de vuestras almas.

Las puedo ver flotando perdidas por el campo de batalla.

Buscando cuerpos sin vida en los que poder subsistir.

¡Pasad a formar parte del todo y dejad de combatir!.

Una legión de muertos a mis pies, soy el todopoderoso solitario.

Hincando sus huesos en el barro a cada paso.

Ningún dios merece mi respeto salvo yo mismo.

Infundiendo el miedo y el odio con quien me cruzo.

Quiero que me des muerte, tu mi siervo, mi aprendiz.

No ocurrirá hasta que estés preparado.

No me dejaré vencer hasta entonces.

Mil traiciones de mis arqueros, mil, y seguiré caminando entre los muertos con mi cuerpo atravesado por mil flechas.

Soy inmortal, nadie puede derrotarme.

Soy inmortal mientras mi legado persista en el tiempo, mientras tu mente esté conmigo.

Llenaré las catacumbas de mi ciudad de los deseos de olvido.

Cargaré sus entrañas de una laguna eterna.

Sus muros serán pilas de cuerpos enemigos y los sujetaré con la fuerza de mis brazos.

Puedo saborear la sangre que corre por mi cara, mezclada con el sudor de mi cansancio.

Gotas que se introducen en mis ojos, transformando mi visión y esta, mi mente.

El elegido de la muchedumbre que trasmite sus gritos en el viento.

Poderoso guerrero sin sombra ni resplandor.

Hundí mis dedos entre mis costillas para probar si sentía algo.

Las cuencas de mis ojos comienzan a retraerse y cada vez mis rasgos son más parecidos a un cadáver.

El sueño cada vez más lejano, y tú que lo acompañas, te pierdo en el horizonte, perdiendo la guerra, perdiendo a mi sueño, perdiéndolo todo.


Vas muy callado amigo mío, y te noto nervioso, ¿ocurre algo?.

¿Perdona?, contesté...no te iba escuchando...

Démonos prisa, que aún nos queda caminata, me respondió.

Si como no...eso era lo que iba pensando...démonos prisa amigo...

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